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Paris mon amour |
En la víspera de mi cumpleaños, hace tres semanas, el cartero me sorprendió con un paquete de considerables dimensiones. Aunque creía saber lo que contenía, un cuenco lanero, lo cierto es que lo único que conocía con certeza era su procedencia. Ni las dimensiones, ni el color, ni los detalles del cuenco eran de mi conocimiento, pues la remitente había mantenido esta información en secreto con bastante esfuerzo por su parte y me había hecho prometer que no cotillearía en la tienda.