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O cómo una tejedora normal y corriente puede verse atrapada bajo la vorágine de la mejor telenovela china de todos los tiempos y vivir para contarlo. Con secuelas, el corazón roto y desgarrado para siempre, sigo tejiendo a día de hoy mientras mi mente vuela una y otra vez a la China del emperador Kangxi (s. XVIII) y sueño con el día en que alguien me regale una horquilla de jade para el cabello con forma de magnolia, aunque nunca podamos hacer realidad nuestro amor.
En cuanto a mis agujas, ajenas a mis delirios, llevan echando humo desde que bajaron las temperaturas a finales de verano y esto es lo que he estado haciendo entre sobresalto y sobresalto: